De todas las piedras preciosas, el diamante es el más duradero y el de mayor valor, tanto económico como simbólico. Desde tiempos inmemoriales se lo utilizó como pietra preziosa debido a sus propiedades ópticas y mecánicas; su nombre, que deriva del griego adámas, significa «irrompible»; es el compuesto natural más duro que se conoce. También se le atribuyen propiedades místicas, como el poder de la victoria a quien lo porta en su brazo izquierdo.

Más cerca en el tiempo, el diamante se utilizó como símbolo del matrimonio sagrado: los romanos lo bautizaron como la Pietra della Reconciliazione —piedra de la reconciliación— debido a que creían que uno de sus atributos mágicos era el de mantener la unión y la concordia entre marido y mujer. Solían engarzar estas piedras preciosas en los anillos de compromiso, como símbolo de la unión verdadera y duradera de la pareja.

En tiempos más recientes el barón d’Orchamps, un célebre oráculo parisino, declaró, coincidiendo con los mitos de la antigüedad, que si el diamante se llevaba en el brazo izquierdo se ahuyentarían las influencias malignas y se atraería la buena fortuna; pronto sus clientes y discípulos, que gozaban de cierta riqueza, comenzaron a utilizar el diamante como un símbolo de status.

En Viena existe un broche engarzado con estas gemas, llamado Heftlein, que muestra una escena de dos enamorados en su casamiento. Finalmente, fue el archiduque de Austria, Maximiliano I, quien inició la tradición del anillo de bodas de diamante cuando contrajo nupcias con María de Borgoña.

Obsequiar un diamante a quien uno ama es un acto cargado de simbolismo; demuestra las intenciones de perpetuar el amor hacia esa mujer representándolo a través de la dureza y la longevidad de la gema. Indica también la pureza del amor verdadero mediante la claridad y la transparencia del noble cristal, y la sofisticación, expresada mediante las delicadas refracciones de la luz en sus caras. Y si el diamante es azul, indica, gracias a su rareza, que ese amor representa algo singular, único, para el hombre que lo obsequia.

Queda demostrado, entonces, que el diamante es la mejor opción para fortalecer el amor de su pareja; es una decisión significativa e inteligente, y quien lo reciba sentirá que es especial, única y que valoran su amor. Quien lo obsequie, sin ninguna duda, se verá gratamente recompensado.

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